A los enemigos del fútbol :

Hay un tipo de antifutbolero, muy extendido, que hace de su militancia contra el fútbol el argumento máximo para defender su SUPUESTA inteligencia.

martes, 30 de marzo de 2010

Eat this blossom

Espere a que sólo quedaran cinco minutos para el final del partido. Le entré con dureza. Pensaba que el balón estaba allí. 'Trágate esto, capullo', le dije. Ni siquiera esperé a que el árbitro me sacara la tarjeta roja. Me di media vuelta y me encaminé hacia el vestuario.

(ROY KEANE, ex jugador del Manchester United, en su libro autobiográfico, recordando como le rompió premeditadamente la rodilla al jugador noruego Alf Inge Haaland en un derby de Manchester y lo retiró de la práctica activa del fútbol. Todo había empezado en 1997 cuando en un Leeds-Manchester United el noruego le pegó un codazo a Keane)

domingo, 28 de marzo de 2010

por el Chelís

Incontables veces hemos visto como vestidores enteros le hacen "la camita" a su entrenador. Como en la vida misma, las relaciones humanas siempre han sido una variable no presupuestada en los mejores proyectos, y el fútbol no esta excento de estos menesteres. A quién no nos ha tocado un jefe infumable , un cliente castroso , un compañero de trabajo envidioso y ladino , o cualquier ente que nos haga más difícil lo que de por sí es intrínsecamente complejo.

Muchas veces a costa del propio prestigio del jugador , se ha visto como el mismo plantel lleva a la ruina la temporada entera, solo para ver como una directiva impaciente termina corriendo al aparente -problema-. Llega el nuevo y ganan 3-0 a la siguiente jornada (o en el peor de los casos tratan de mostrar una renovada faceta).

Hoy pasó el caso contrario; un Puebla en picada , agónico y semi-muerto regresa de la tierra de Hades en rescate del hombre que más veces los ha salvado. No había para más , o le ganaban al América o José Luis Sánchez Solá , el buen Chelís para los cuates , agarraba sus chivas y se largaba.


Poco fútbol y muchos cojones apretados con los dientes fueron suficientes para dar una demostración ejemplar de lo que es rifarse el físico por su entrenador.



Si cómo en la exhibición futbolera de hoy nos rifaramos cada uno en lo que le atañe y sin ultimatums , y no por salvar a nuestro jefe inmediato , sino para de verdad dar un salto cualitativo en este mal viaje llamado vida, tendríamos en unos años menos ejecutados en nuestras ciudades y más Sánchez Solá's encarnados en varios mexicanos saboreando las glorias de lo cosechado.







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Ochoa se sigue comiendo goles estúpidos , es hora de pensar seriamente en poner a Jorge Campos el 11 de junio.





viernes, 26 de marzo de 2010

Claroscuros mexicanos

Por Ángel Guevara
(fotógrafo)

En cualquier deporte siempre hay un lado victorioso y otro que tiene que tragarse la amargura de una derrota, que puede reflejarse con luz intensa en las victorias y la oscuridad de la soledad que traen las derrotas.

La afición , la unión de los equipos y la pasión destaca también en las sombras.









miércoles, 24 de marzo de 2010

Jugar al fútbol


Para Jugar al Fútbol hay que ser...

VANIDOSO



Sin vanidad es imposible llegar a ser futbolista. La vanidad hace que el jugador se mate por "mostrarle" al público, a los compañeros, al director técnico, a los adversarios, a la prensa, lo bien que juega, lo fuerte, lo guapo, lo cojudo que es. Lo vivo, lo veloz, lo pícaro, lo grande que es.
El jugador se tiene que sentir el mejor del mundo y sus alrededores, por lo menos en su puesto. La vanidad es el motorcito fuera de borda que lo va a hacer trabajar, practicar, cuidar el físico, tratar de aprender algo nuevo todos los días. Ya el hecho de ponerse el colorido disfraz de jugador de fútbol implica una gran dosis de vanidad, pero esa dosis no alcanza cuando entra a la cancha a jugar y a "mostrar" lo bien que lo puede hacer.

• En la expresión está el éxito: muestre su porte de crack

• La vanidad como motor hace campeones

EGOÍSTA



Uno juega para uno. Es como salir a comer con diez amigos; los once comen juntos pero uno come para uno. El egoísmo alimenta el deseo de llegar antes a todos lados. Incluso al vestuario, para las prácticas o los partidos, porque eso permite que el masajista lo atienda primero y no después de haber masajeado a quince compañeros, cuando el pobre tipo está muerto.
Hay que ser el primero en subir al micro o llegar al aeropuerto y elegir el mejor asiento para viajar. El egoísmo hace que el futbolista elija la mejor pelota para las prácticas de técnica individual, la mejor toalla, la mejor mina cuando asiste a una recepción.
El egoísmo es el que lo hace llegar primero a la ventanilla de pago, por las dudas...
Es la virtud que hizo grande a los goleadores en todo el mundo, porque adentro del área nunca le pasaron la pelota a ningún compañero. Ellos siempre piensan en el gol, sin tener en cuenta que a su lado y mejor colocado tal vez haya un compañero. La Argentina fue campeón del mundo en el '86 por el egoísmo de Burruchaga después de una corrida de cincuenta metros cuando piso el área y enfrentó a Schumacher: a su izquierda tenía a Valdano sólo frente al arco y sin arquero, pero prefirió patear y definir él. Por egoísta arriesgó y ganó.
El egoísmo es la virtud más importante en las dos áreas, porque así como hace que el goleador resuelva siempre solo, también hace que el defensor rechace cualquier pelota comprometida, sin pensar en ningún compañero ni siquiera en el arquero. El egoísmo hace que cuando el técnico le da la camiseta de titular no se la quiera dar o prestar más a nadie que pueda quitarle esa titularidad. Con once egoístas que no le dan a nadie la camisa porque se agarran a ella con uñas y dientes se hicieron los grandes equipos.

• El egoísmo es negativo en la vida y positivo en el fútbol

VIOLENTO




Ser violento es imprescindible. El jugador tiene que serlo cuando pretende ganar una pelota dividida, cuando va al choque con un rival. La violencia, sin salir de las reglas del juego, es la que arranca a los aficionados el grito de "¡Huevo, huevo, huevo!".
Es la única virtud que el hincha acepta en lugar de la falta de técnica. Los entrenadores aman a los violentos. Y los jugadores también, siempre que jueguen para su equipo. Y le temen a los que juegan enfrente.
El fútbol es un deporte violento en su esencia. Por eso no se puede ser buen jugador si no se tiene esa dosis siempre necesaria para intervenir en la jugada dividida, para trabar con alma y vida, para llevarse por delante al rival cuando no se puede con fútbol.
En el fútbol, cada pelota se pelea a morir y para quedarse con ella hace falta violencia. Jorge Brown, patriarca de Alumni a comienzos de siglo, declaraba en 1921: "El fútbol no es un sport de salón ni nada parecido. Es un juego violento y fuerte en el que se ponen a prueba la resistencia física y la musculatura de los jugadores". Yo pienso lo mismo. El fútbol es un deporte violento, nadie lo puede evitar, ni las nuevas reglas, ni la prevención, ni la educación, ni los predicadores de la no violencia. Nadie la evitará. La repudio fuera del luego y la acepto y justifico dentro de él porque si no, sería jugar a otro deporte. Porque hay una estética de la violencia y, en buena medida, el fútbol debe su gran belleza a ella.

• La violencia dentro del campo de juego es una necesidad; afuera, una barbaridad

MENTIROSO



El jugador debe mentir permanentemente cuando le preguntan la razón del éxito o una derrota. No tiene que decir nunca cuál es su mejor virtud ni su mayor defecto. El que lo dice pasa a ser previsible y, por lo tanto, vulnerable y controlable. Si un jugador es sincero y confiesa públicamente que su equipo tiene un arma mortífera en el contraataque, es muy probable que en el siguiente partido no pueda ponerla en práctica porque el rival ya está avisado. Es más, es posible que en ese partido el que juegue el contraataque sea el rival. A los medios de comunicación hay que utilizarlos para que los demás lean lo que le conviene al jugador que lo dice. Mintiendo sacará ventajas, porque el fútbol es el arte del engaño.

• Mienta, que en el fútbol no es pecado

MALO



Hay que ser malo para ser bueno jugando al fútbol. Pele le aconsejó a Maradona que sea malo para defenderse de la maldad de los contrarios. Lo hizo en una conferencia que dio en 1979 en el hotel Sheraton de Buenos Aires. Pelé tenía la maldad incorporada a su bagaje técnico. Así como podía hacer, en un segundo, una genialidad con la pelota, podía esperar a un rival treinta minutos, un mes o un año para darle el "vuelto".
Pelé fracturó a un montón de defensores que entraron liviano a disputarle una pelota y que le habían pegado antes. Lo comprobé jugando contra él. Entre nosotros el respeto era recíproco, pero yo tenía que estar muy atento cuando entraba en fricción con él para disputar una pelota dividida.
El jugador tiene que ser malo para que el contrario no le robe el pan, la gloria y el honor. El pan, porque el jugador se puede quedar sin club, que es quedarse sin laburo, si por ser bueno el equipo pierde.
En una jugada se puede ir todo a la mierda. El esfuerzo de un año de todo un plantel que se mató entrenando y bancando adversidades o todo el sacrificio que hizo en su vida para llegar a jugar ese partido, esa final de copa que lo va a consagrar definitivamente y cuando llega ese momento, por blando lo pierde todo.
No se trata de lesionar al rival. Se trata de ser duro para chocar, para trabar. Hay que ser malo para hacer el cuarto gol cuando el equipo está ganando 3 a 0 y el rival está muerto. Hay que ser malo, porque si alguien pierde el cuarto gol por cancherear, lo más probable es que se agrande el rival y el equipo termine perdiendo ese partido 4 a 3.
Juan José Pizzuti tenía una frase bárbara para estos casos. Decía: "Cuando el rival está en el suelo, písenle la cabeza". Lo decía poniendo como ejemplo al boxeador que estaba groggy y contra las cuerdas. Ahí no había que dejarlo escapar.
Reconozco que el paso del tiempo me hizo cada vez más malo. Aprendí a simular que intentaba ayudar a levantar del suelo a un rival y en realidad lo que estaba haciendo era tomarlo de una oreja y tirarlo para arriba. O pegarle un pelotazo en los huevos con toda intención cuando al atacante contrario se le adelantaba la pelota o saltar en las áreas con los codos levantados para no perder en el salto, pero también para que el rival se morfara el codazo en la cara. O tirarle la pelota encima al rival que está a dos metros y, antes de que se acomode para jugarla, hacer un pique corto hacia él, trabarle pelota y tobillos y desparramarlo tirándole el "camión" encima. O dejarlo que llegue un segundo antes a la pelota para cruzarlo y mandarlo con pelota, pasto y todo contra el alambrado. Estas fueron algunas de las maldades habituales que hacía.
Perfecto Rodríguez, que fue un wing de Chacarita Juniors en la década del '60, decía que tenía un compañero (Roberto Moreno) tan fuerte para jugar que "te pasaba la pelota con contrario y todo".

• Hay que ser malo para defender la gloria y el honor, porque en condiciones técnicas, físicas y tácticas iguales, gana el más malo. Y no hay cosa que humille, que desaliente, que caliente, que desvalorice más que perder porque el rival fue más malo que uno. Al jugador malo lo van a buscar todos los técnicos. Lo van a querer los compañeros y lo van a respetar todos los contrarios


Cuando quise ser bueno, perdí

Una sola vez fui bueno y perdí. Fue en el último clásico contra Boca que jugué con la camiseta de River. Llegó el Chino Benítez a la puerta del área con la pelota y todavía no me explico por qué no lo reventé. Tal vez porque era el Chino, que lo conocía de Racing cuando él era un pibe. No sé. Lo cierto es que fui sólo a la pelota, en vez de ir a las dos cosas: a la pelota y al hombre. Y eso que conocía la ortodoxia a la perfección. En situaciones como esa hay que trabar la pelota y a la vez chocarlo con el cuerpo. Esa vez me equivoqué: el Chino pasó y fue gol. Nunca me perdoné esa boludez.


Del libro “Jugar al fútbol” de Roberto Perfumo, ex jugador de fútbol y psicólogo social, Libros Perfil S.A., 1997


jueves, 18 de marzo de 2010

Los Milutinovic

Milos y Velibor

Velibor ‘Bora’ Milutinovic es un viejo conocido del mundo del fútbol. Desde el año 1967 está vinculado profesionalmente a este deporte. Su carrera está plagada de récords positivos, pero también negativos. Si no fuera así, tal vez ninguna federación del planeta seguiría confiando el destino futbolístico de todo un país en el método del entrenador serbio.

Bora no sólo ha dirigido varias selecciones, también ha tenido experiencias en clubes como los Pumas de la UNAM (México), San Lorenzo de Almagro (Argentina), Udinese (Italia), MetroStars (EEUU) y Al-Sadd (Arabia Saudí). Cinco continentes ya han probado los métodos de este director técnico. Entre sus logros profesionales están el primer campeonato liguero obtenido en su historia por los Pumas de la UNAM y es el único entrenador en clasificar a cuatro combinados nacionales diferentes para la segunda ronda de un Campeonato Mundial (México , Costa Rica , Estados Unidos , Nigeria).

Pero en su larga trayectoria también hay algunos detalles negativos: no conseguió mantenerse en el cargo de seleccionador de la Tricolor después de haberla clasificado para el Mundial de Francia en 1998 y fue sustituido por Manuel Lapuente a seis meses de que comenzara la competición; su paso por EEUU en 1999 dejó a los MetroStars de la MLS (Major League Soccer) con el peor dato de la franquicia; no pudo clasificar a China para la segunda ronda del Mundial de Corea y Japón de 2002; y fue despedido de la dirección de Jamaica en 2007.

Aunque Bora es el más conocido, sus dos hermanos, Milos y Milorad, también dedicaron parte de sus vidas al fútbol. Milos Milutinovic, más conocido como la ‘Saeta rubia’ del fútbol yugoslavo, nació en Bajina Basta (Serbia) en 1933 y murió recientemente en Belgrado. Fue, al igual que su hermano Velibor, jugador primero y entrenador después. Los tres defendieron la camiseta del Partizan de Belgrado. Con esa elástica, Milos anotó 231 goles en 213 partidos. Además, tuvo una productiva carrera como jugador: FK Bor, FK Partizan, OFK Belgrado (en dos etapas), Bayern Münich, RCF Paris y Stade Français Paris.

Sus comienzos fueron paralelos a los de Bora, que como futbolista desarrolló su carrera en FK Bor, OFK Belgrado, FK Partizan, AS Monaco, OGC Niza, FC Rouen, FC Winterthur y Universidad Nacional Autónoma de México. Milos vistió la elástica de Yugoslavia en 33 ocasiones, anotó 16 tantos y disputó los Mundiales de Suiza de 1954 y de Suecia de 1958. Su debut se produjo a la corta edad de 20 años contra Gales, que sufrió una derrota abultada por 5-2 en mayo de 1953. Velibor también disfrutó varias veces del honor de ser seleccionado por Yugoslavia, pero nunca alcanzó su renombre como futbolista.

Todavía se recuerda el magnífico duelo entre el Real Madrid y el Partizan de Belgrado en la primera edición de la Copa de Europa en 1955. El primer encuentro de los cuartos de final ante los blancos fue un calvario para los yugoslavos, que perdieron por un contundente 4-0. La vuelta tuvo una resolución inesperada: los balcánicos se impusieron por 3-0 al Real Madrid de Alfredo Di Stéfano, con dos goles de Milos. El resultado no pudo cambiar el destino de la eliminatoria y el Partizan fue eliminado de la competición europea.

El jugador yugoslavo dejó los terrenos de juego a los 33 años, en 1966, en las filas del OFK Belgrado. Después comenzó su carrera como entrenador y dirigió a entidades serbias como FK Dubočica, FK Proleter Zrenjanin y FK Partizan, con el que fue campeón de su país. También entrenó al Velez Mostar (Bosnia), a Rojinegros del Atlas (México) y a Besiktas y Altay Izmir (Turquía). A diferencia de su hermano Bora, Milos sí se hizo con el timón de la selección yugoslava entre 1984 y 1985, pero no pudo clasificarla para el Mundial de México de 1986.



Del tercer hermano, Milorad, existe menos documentación. Lo que sí se sabe es que formó parte de la historia del Partizan de Belgrado y de la selección yugoslava, con la que participó en el Mundial de Suecia de 1958 junto a Milos.

miércoles, 10 de marzo de 2010

estensione




La final del Campeonato Mundial de fútbol de 1934 fue la primera que necesitó de una prórroga para designar al nuevo campeón. A partir de entonces, este hecho se produciría más de una vez, pero pocas finales han sido tan duramente disputadas como la que sostuvieron Italia y Checoslovaquia el 10 de Junio de 1934. En aquella jornada se abatía sobre Roma una ola de calor que llevó los termómetros a temperaturas superiores a los 30 grados. Con todo, el ambiente era, si se permite la expresión, mucho más "caliente" todavía.

Cabe recordar que en 1934 Italia vivía aún la etapa expansiva de su nacionalismo, fomentado por el Gobierno fascista de Mussolini, que seguía alimentando sueños imperiales. Toda forma de afirmación -política, social, etc.- era explotada por el Gobierno, y el deporte no podía ser una excepción. Mussolini había seguido personalmente el desarrollo de aquel campeonato, organizado con gran fasto y solemnidad. La victoria de Italia, de la legendaria squadra azzurra, debía ser el lógico colofón apoteósico de la celebración.

El camino a la final no resultó sencillo: después de arrollar a los modestos amateurs norteamericanos por 7-1, Italia se enfrentó en cuartos de final a España, a la que venció por el tanteo mínimo de 1-0 en el partido de desempate, ya que en el primero se había empatado a un gol. Gianni Brera, el gran periodista italiano, no tuvo inconveniente en reconocer años más tarde la ilegalidad del gol italiano que obligó al desempate: "El empate se produjo casi al término del tiempo reglamentario: lo marcó Ferrari, mientras Schiavio sujetaba a Zamora y el arbitro fingió no verlo". Siete jugadores lesionados en el bando español y cuatro en el italiano no pudieron participar en el desempate, donde los italianos ganaron merced a un gol de Meazza a los 12 minutos de juego y se dedicaron a defender ardorosamente su exigua ventaja.

En la semifinal, dos días después, Italia ganó de forma similar con un gol del argentino nacionalizado Guaita a los 18 minutos; a partir de aquí, cerrada defensa y victoria por el mínimo tanteo. Con anterioridad, Checoslovaquia había vencido a Alemania por 3-1, impidiendo así la final Italia-Alemania soñada por Mussolini y Hitler.

Mussolini estaba, aquel 10 de Junio, en el palco de honor. Lo peor había pasado, pues se creía que Checoslovaquia no sería enemigo de consideración en la final, a pesar de contar en la portería con el famoso Planicka, un portero excepcional. Pero los checos no querían ser víctimas propiciatorias: con su típico juego lento y pausado, tejieron una "tela de araña" en el centro del campo, que envolvió a los italianos, los cuales, agotados por el esfuerzo de los días precedentes, se veían incapaces de imponer su propio ritmo de juego, mucho más vivo y dinámico.

Un silencio sepulcral se produjo en el estadio cuando, a los 26 minutos de la segunda parte, los checos se adelantaron en el marcador gracias a un error del guardameta italiano, que se lanzó tarde y mal a atajar un disparo, sin aparente peligro, del extremo Puc. A los 32 minutos, un disparo del delantero centro checo dio en el poste. Fue la jugada decisiva: el balón rebotado lo recogió un jugador italiano, que lanzó en profundidad a Orsi, otro ítalo-argentino nacionalizado, el cual alojó el balón en las redes. De un posible 2-0 para Checoslovaquia, a diez minutos del final, se había pasado al empate a uno.

En la prórroga, y a pesar de su agotamiento, los italianos sacaron fuerzas de flaqueza, y Schiavio, en el minuto cinco, marcó el gol de la victoria. El jugador sufrió un desvanecimiento a causa de la fatiga y de la emoción. Tras el encuentro, Mussolini saludó personalmente a los jugadores, y el seleccionador italiano Vittorio Pozzo manifestó que "las razones de la victoria italiana se encuentran en la atmósfera creada por el fascismo alrededor de todo el equipo".

El fútbol italiano iniciaba así una etapa de gloria, que le llevaría a revalidar su título mundial cuatro años después, siempre a las órdenes de Vittorio Pozzo. Este extraordinario preparador se retiró en 1948, cuando el equipo olímpico italiano fue batido por Dinamarca por 5-3. Su palmarés incluía 60 victorias, 16 empates y sólo 13 derrotas; Pozzo, sospechoso de haber colaborado generosamente con el fascismo, fue despedido sin homenajes de ningún tipo y con el único regalo de un pequeño apartamento en Roma, a unos centenares de metros del estadio donde su selección había conquistado su primera Copa del Mundo.

jueves, 4 de marzo de 2010

El fútbol no puede ausentarse


Por Enrique Vila

A diferencia de la literatura de ficción, por ejemplo, en fútbol queda hasta ridículo intentar una interpretación singular de lo sucedido desde un ángulo digamos que inédito. Porque, por lo general, también ese ángulo ha sido ya capturado por una multitud de desconocidos con vocación de raros. O sea que no hay nada que hacer. Se habla hoy en día de fútbol desde tantos puntos de vista que se agota el tema y, si uno quiere escribir de fútbol, lo más recomendable es acogerse a la operación más negativa que pueda recomendarse a un escritor de ficciones: ponerse el amparo del sentido común.

Nada queda fuera de la vista de los aficionados, lo que deja escaso margen para inventar. Y esto me recuerda lo que John Ford contestó (habló en plural, como tantos americanos) cuando le preguntaron si soñaba a menudo.

- Casi nunca soñamos ya. Y si lo hacemos se nos olvida. Como hablamos de todo, no nos queda nada para soñar.

Hablar tanto de fútbol termina por poner al descubierto que los seres humanos, hasta los más excepcionales, tienen sus límites. A veces, el asunto adquiere tonos patéticos. El taconazo de Guti, por ejemplo. Se agotaba la noticia en el propio taconazo y, sin embargo, pasamos una semana hablando de la supuesta gesta. El fútbol sirve para recordamos semanalmente nuestros límites. Ya se encargan otras actividades más presuntuosas de enmascarar, de disimular nuestras carencias como humanos. Hay disciplinas que se encargan ellas mismas de no agotar sus temas. Por eso, políticos, economistas y científicos hablan de forma tan intrincada, utilizando un lenguaje enrevesado que disimula hábilmente los trágicos contornos de nuestros límites como humanos. El fútbol, en cambio, insiste todas las semanas en ser ingenuo, humilde y hasta generoso y no tiene reparo en mostrar alegremente las vergüenzas de la condición humana, tan limitada. Todo eso lleva a que el fútbol no pueda ausentarse. Es clave para nuestras vidas, para un ecosistema que descansa sobre la necesidad de que creamos que somos limitados sólo cuando hablamos del taconazo de Guti, pero nunca cuando lo hacemos de política, economía, ciencia.

Es una pena que le esté prohibida la afonía al fútbol, porque ésta aumentaría su prestigio. ¿O no se da el caso de que añoramos a antiguos presidentes de la nación, a veces incluso a los más zoquetes, tan sólo porque con su desaparición por el foro nos han hecho casi olvidar aquellas pavorosas limitaciones que nos mostraban en el desgastador día a día? De Zapatero y Rajoy, por ejemplo, si algún día comenzáramos a verlos con menor frecuencia, es posible que pudiéramos olvidar incluso sus obvias y humanas limitaciones, tan evidentes actualmente en los machacones informativos.

Tiene un gran éxito ausentarse. Retirarse a un segundo plano es no desgastarse y alcanzar un prestigio que de ningún modo se alcanza apareciendo hasta la saciedad. La semana pasada, por ejemplo, el prestigio alcanzado por el lateral Alves del Barça fue grandioso. Lesionado durante dos semanas, se le convirtió en la reencarnación de la leyenda de Julio César Benítez, mítico lateral derecho de la historia del Barça, muerto en 1968 en la plenitud de su arte. De pronto, en el inconsciente colectivo, Alves pasó a representarle y se esperó su reaparición como si fuera el legendario rey Sebastián de Portugal, aquél al que en su país aguardan todavía conmovidos desde que desapareció en 1578 en batalla. Y Alves no defraudó. Gracias a su ausencia, ahora todo el mundo lo ve como el único extranjero imprescindible de este Barça. Los otros indispensables son de la cantera, son Xavi, Iniesta, Piqué, Messi, Valdés y Puyol. Pero es más, desde el sábado Alves es el único extranjero que parece hecho en las categorías inferiores del Barça. Recuerda a Luis Enrique cuando en la época de Van Gaal, por su entrega y fiabilidad sentimental absoluta, comenzó a parecer barcelonista de toda la vida. El segundo gol del Barça al Málaga, gol nacido en Xavi, que le hizo un pase en tiralíneas a Alves para que éste centrara y rematara Mess llevó el sello inconfundible del estilo de la cantera barcelonista. El ausente, el tan deseado Alves, rey de Portugal por dos semanas, se pasó el partido ante el Málaga centrando. Las estadísticas dicen que nunca había centrado tanto y nunca había sido tan de la cantera. Eso también habrá que analizarlo a fondo. Hasta agotarlo.

lunes, 1 de marzo de 2010

Manuel Francisco dos Santos - Alegria do Povo


Cuando comenzó a jugar, los médicos diagnosticaron que aquel anormal nunca llegaría a ser deportista. Era un pobre resto de hambre y de poliomielitis, burro y manco, con un cerebro infantil, la columna vertebral en `s´ y las dos piernas torcidas para el mismo lado. Pero, a lo largo de sus años en los campos, Garrincha fue el hombre que dio más alegría en toda la historia del fútbol. Cuando él estaba, el campo era un picadero de circo; la bola, un bicho amaestrado; el partido, una invitación a la fiesta.

(EDUARDO GALEANO, escritor uruguayo)