“Es como si estuviéramos celebrando la Navidad en invierno”, me dijo Serena, una amiga, ayer, en el bar de referencia. Y tiene razón. La Navidad en Sudáfrica, en pleno verano, es temporada de reunión alegre de amigos, de playa, de encuentros por la noche al fresco, de bullicio, comida y bebida, de no estar en casa que para eso es verano.
También es reunión de carnaval, que en Ciudad del Cabo se celebra a principios de enero, con las bandas de minstrels (similares a las de Nueva Orleans), con sus trajes relucientes, caras pintadas y ruido, mucho ruido. Ahora, con el Mundial, sí se respira un ambiente similar, carnavalero, ruidoso (malditas vuvuzelas mediante), de vacaciones y de reunión de amigos en los bares. Excepcional. “No me gusta el fútbol”, continuaba Serena, muy inspirada ayer, “ni el montón de dinero que se ha dejado el país en el Mundial, pero estoy encantada con ésto de ver a la gente que quiero más a menudo”.
Carnaval
Sí, el ambiente es inmejorable, que los sudafricanos suelen cumplir con las expectativas y más si se trata de mostrar orgullo nacional (la gran mayoría de la población, la negra, el 80%, hasta hace casi dos décadas no eran ciudadanos de su país, si no que en teoría pertenecían a bantustanes, estados separados de Sudáfrica de acuerdo con su supuesta “tribu” de origen). Y son fiesteros y a la que hay un jol (fiesta), pues ahí que se apuntan, que a bodas o fútbol me convidas, por mucho que hayan criticado el montón de dinero que ha invertido el país en el evento, para mayor beneficio de FIFA (que vuelve a batir récord de ingresos este 2010). Cuatro mil millones de euros invertidos por el Estado, que se dicen pronto y que no son moco de Blatter.
La primera vez que vi a Blatter fue en el sorteo del Mundial, en Diciembre, en rueda de prensa. Fue en Robben Island, en la cárcel-isla donde Mandela estuvo encerrado (ahora isla-museo), con ocasión de la publicación de un libro y una película sobre la liga de fútbol que los presos políticos habían organizado en la penitenciaría durante el apartheid y su lucha para que se les permitiera jugar los fines de semana. Blatter hizo la lectura siguiente: a.- Los presos políticos juegan a fútbol; b.- los presos políticos (Mandela) son instrumentales en traer la democracia a Sudáfrica. Si sumamos a y b, el resultado de la ecuación, c: el fútbol trajo la democracia a Sudáfrica. No lo dijo con estas palabras, claro, pero a un pelo de bigote que se quedó y tan ancho. Ni presiones internacionales, ni oposición interna, ni sanciones económicas o deportivas, ni ANC, PAC, UDF, COSATU (organizaciones antiapartheid), las campañas por la liberación de Mandela, no. Fue el fútbol. O sea, siendo mala-malísima y extrapolando y llevándolo al extremo, él, Blatter. Tanta insistencia por su parte en que Mandela, muy mayor y frágil, estaría en la jornada inaugural del Mundial, siendo mala-malísima, me hace sospechar: ¿buscaba Blatter la bendición de Mandela, la foto conjunta en primera plana de todos los periódicos?
400 millones de euros le ha costado al gobierno de Ciudad del Cabo sólo construir el estadio, nuevo. La ciudad ya tenía dos estadios: el de Newlands, de rugby. Y el de Athlone, de fútbol. Para muchos ciudadanos, el de Athlone hubiera sido la opción mejor y en consonancia con la corrección política de la que hace gala el país:
Athlone es un barrio coloured (reservado por el apartheid para la población de razas mixtas, mulatos), los coloured son futboleros y Athlone es más accesible que Newlands o el centro de la ciudad para los barrios de la periferia negros (futboleros del todo). Con sólo una renovación -necesaria- del estadio, la ciudad cumplía, se creía. Pues no. FIFA dictaminó que estadio nuevo. Y estadio nuevo tiene, en la zona rica de la ciudad (con vecindario más blanco), al lado del mar, tierra ansiada por cualquier promotor inmobiliario. Para jugar ocho partidos del Mundial. Y luego, la ciudad con tres estadios, que nos tendremos que volver todos atletas a la fuerza para llenarlos. Dicen que es bonito. De cerca me gusta. Ahora, en vista aérea, no sé. Parece que a la Table Mountain le ha crecido un orinal ergonómico diseñado para Godzilla.
Estadio
Hablando de Godzilla y del humor de los sudafricanos. La que fuera alcaldesa de la ciudad y ahora líder del gobierno provincial se llama Helen Zille. Como es mujer de armas tomar y dirigente del Democratic Alliance (DA, partido opositor al ANC en el gobierno nacional), la prensa local la bautizó Godzille. Ella encantada. Un semanario local publicaba una entrevista con ella hace pocos días. Su único reproche respecto al Mundial: haber accedido a todos los deseos de FIFA, no haberse puesto más dura. Pero seguro que, como el resto de sudafricanos, se ha sumado al jol carnavalero de Navidad en invierno.
Y hoy, además, nieve en las montañas cerca de Ciudad del Cabo.
También es reunión de carnaval, que en Ciudad del Cabo se celebra a principios de enero, con las bandas de minstrels (similares a las de Nueva Orleans), con sus trajes relucientes, caras pintadas y ruido, mucho ruido. Ahora, con el Mundial, sí se respira un ambiente similar, carnavalero, ruidoso (malditas vuvuzelas mediante), de vacaciones y de reunión de amigos en los bares. Excepcional. “No me gusta el fútbol”, continuaba Serena, muy inspirada ayer, “ni el montón de dinero que se ha dejado el país en el Mundial, pero estoy encantada con ésto de ver a la gente que quiero más a menudo”.
Carnaval
Sí, el ambiente es inmejorable, que los sudafricanos suelen cumplir con las expectativas y más si se trata de mostrar orgullo nacional (la gran mayoría de la población, la negra, el 80%, hasta hace casi dos décadas no eran ciudadanos de su país, si no que en teoría pertenecían a bantustanes, estados separados de Sudáfrica de acuerdo con su supuesta “tribu” de origen). Y son fiesteros y a la que hay un jol (fiesta), pues ahí que se apuntan, que a bodas o fútbol me convidas, por mucho que hayan criticado el montón de dinero que ha invertido el país en el evento, para mayor beneficio de FIFA (que vuelve a batir récord de ingresos este 2010). Cuatro mil millones de euros invertidos por el Estado, que se dicen pronto y que no son moco de Blatter.
La primera vez que vi a Blatter fue en el sorteo del Mundial, en Diciembre, en rueda de prensa. Fue en Robben Island, en la cárcel-isla donde Mandela estuvo encerrado (ahora isla-museo), con ocasión de la publicación de un libro y una película sobre la liga de fútbol que los presos políticos habían organizado en la penitenciaría durante el apartheid y su lucha para que se les permitiera jugar los fines de semana. Blatter hizo la lectura siguiente: a.- Los presos políticos juegan a fútbol; b.- los presos políticos (Mandela) son instrumentales en traer la democracia a Sudáfrica. Si sumamos a y b, el resultado de la ecuación, c: el fútbol trajo la democracia a Sudáfrica. No lo dijo con estas palabras, claro, pero a un pelo de bigote que se quedó y tan ancho. Ni presiones internacionales, ni oposición interna, ni sanciones económicas o deportivas, ni ANC, PAC, UDF, COSATU (organizaciones antiapartheid), las campañas por la liberación de Mandela, no. Fue el fútbol. O sea, siendo mala-malísima y extrapolando y llevándolo al extremo, él, Blatter. Tanta insistencia por su parte en que Mandela, muy mayor y frágil, estaría en la jornada inaugural del Mundial, siendo mala-malísima, me hace sospechar: ¿buscaba Blatter la bendición de Mandela, la foto conjunta en primera plana de todos los periódicos?
400 millones de euros le ha costado al gobierno de Ciudad del Cabo sólo construir el estadio, nuevo. La ciudad ya tenía dos estadios: el de Newlands, de rugby. Y el de Athlone, de fútbol. Para muchos ciudadanos, el de Athlone hubiera sido la opción mejor y en consonancia con la corrección política de la que hace gala el país:
Athlone es un barrio coloured (reservado por el apartheid para la población de razas mixtas, mulatos), los coloured son futboleros y Athlone es más accesible que Newlands o el centro de la ciudad para los barrios de la periferia negros (futboleros del todo). Con sólo una renovación -necesaria- del estadio, la ciudad cumplía, se creía. Pues no. FIFA dictaminó que estadio nuevo. Y estadio nuevo tiene, en la zona rica de la ciudad (con vecindario más blanco), al lado del mar, tierra ansiada por cualquier promotor inmobiliario. Para jugar ocho partidos del Mundial. Y luego, la ciudad con tres estadios, que nos tendremos que volver todos atletas a la fuerza para llenarlos. Dicen que es bonito. De cerca me gusta. Ahora, en vista aérea, no sé. Parece que a la Table Mountain le ha crecido un orinal ergonómico diseñado para Godzilla.
Estadio
Hablando de Godzilla y del humor de los sudafricanos. La que fuera alcaldesa de la ciudad y ahora líder del gobierno provincial se llama Helen Zille. Como es mujer de armas tomar y dirigente del Democratic Alliance (DA, partido opositor al ANC en el gobierno nacional), la prensa local la bautizó Godzille. Ella encantada. Un semanario local publicaba una entrevista con ella hace pocos días. Su único reproche respecto al Mundial: haber accedido a todos los deseos de FIFA, no haberse puesto más dura. Pero seguro que, como el resto de sudafricanos, se ha sumado al jol carnavalero de Navidad en invierno.
Y hoy, además, nieve en las montañas cerca de Ciudad del Cabo.
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