Arthur Friedenreich fue el primer gran crack del fútbol brasileño, pero el destino quiso que nunca representara a su país en un Mundial. Jugó entre 1909 y 1935 y se le adjudican más de mil goles. Mulato de ojos claros, la leyenda cuenta que se ponía polvo de arroz en la cara para evitar discriminaciones.
Su vida resulta la perfecta figura de un olvido. Hizo más goles que ningún otro futbolista, pero casi nadie lo recuerda. Fue crack del área y fundador de lo que luego el mundo conocería como Jogo Bonito. Arthur Friedenreich, el primer gran crack de la historia de Brasil, nació mulato en tiempos en los que se miraba de reojo a aquellos que no eran blancos. Su recorrido fue un disimulo, y su gloria una reivindicación del origen.
Se le conocieron varios apodos. El más aceptado le puso el título al libro que en 1999 (cuando se cumplieron los cien años de su debut) escribió sobre él Alexandre da Costa: "O Tigre do Futebol" (El Tigre del Fútbol). El otro sirve como definición: lo llamaron O Rei antes que a Pelé.
Lo escribió el estupendo Eduardo Galeano: "Este mulato de ojos verdes fundó el modo brasileño de jugar. Rompió con los preceptos ingleses: él, o el diablo que se metía en la planta de su pie. Friedenreich llevó al solemne estadio de los blancos la irreverencia de los chavales color café que se divertían disputando una bola de trapos en los suburbios. Así nació un estilo, abierto a la fantasía, que prefiere el placer al resultado. De Friedenreich en adelante, el fútbol brasileño que es brasileño de verdad no tiene ángulos rectos, al igual que las montañas de Río de Janeiro y los edificios de Oscar Niemeyer".
Armando Nogueira, periodista y escritor brasileño, señaló sobre él: "Jugaba al fútbol con el corazón en el pecho del pie. Fue él el que le enseñó el camino de gol a la bola brasileña". José Moraes dos Santos Neto, en su libro "Visão do jogo - Primórdios do futebol no Brasil", califica a sus gambetas como mágicas; y sostiene que era bravo, valiente , capaz de seguir jugando hasta con dos dientes partidos por la violencia de los que no lo podían parar.
Cuentan que nunca falló un penal. En sus 26 años de carrera jugó para SC Germania, Ypiranga, Mackenzie College, Paulistano, San Pablo, Atlético Mineiro y Flamengo, donde se retiró a los 43 años. Se sabe que fue trece veces el máximo goleador paulista (cuatro de ellas, compartidas) y que ganó once títulos. También se puso, claro, la camiseta verdeamarela: consiguió los primeros dos Sudamericanos de la historia de su país. Pero no pudo jugar en el Mundial de Uruguay 1930, por una fractura de tibia.
Según las estadísticas de su padre y de los periodistas Mario de Viana, Segundo De Vaney y Alexandre da Costa, hizo 1.329 goles en 1.239 partidos. Con esas cifras le gana a Pelé, quien más tarde convirtió 1.284 tantos en 1.363 encuentros. Esas cifras de Friedenreich, sin embargo, no son reconocidas por la FIFA por falta de registros oficiales. De todos modos, en los estudios realizados por la IFFHS en 2006, se le reconocen 354 goles en 323 partidos de Primera División. Así, consiguió lo que casi nadie en la historia del fútbol de Sudamérica: sólo Friedenreich, el argentino Bernabé Ferreyra (en Tigre y en River) y el peruano Valeriano López (se destacó en Perú y en Colombia y en Argentina jugó para Huracán) tienen más de un gol de promedio por partido.
También se construyó una leyenda a su alrededor: como en los primeros años del siglo pasado el fútbol en Brasil era territorio exclusivo de ricos, blancos y distinguidos, Friedenreich -mulato, hijo de un comerciante alemán y de una lavandera negra- utilizaba polvo de arroz para esconder su origen y parecer bronceado. Fue, así, el primer crack negro de la historia de su país.
Sobre sus días tras el retiro, retrata Antonio Falcao: "Fuera de los campos, Fried quiso ser árbitro y técnico, pero sin éxito. En 1938, la Companhia Antarctica Paulista lo nombró inspector de ventas, hasta sus 71 años, y en esa función recorrió el país. Antes de morir en San Pablo, el 6 de septiembre de 1969, dijo que Domingos da Guia fue su crack predilecto. Y en el equipo ideal de Brasil alineaba a Djalma Santos, Nilton Santos y Tim. Pero olvidó incluirse". Tenía arterioesclerosis. Ya no recordaba que había sido el Primer Rey del fútbol de Brasil.
Se le conocieron varios apodos. El más aceptado le puso el título al libro que en 1999 (cuando se cumplieron los cien años de su debut) escribió sobre él Alexandre da Costa: "O Tigre do Futebol" (El Tigre del Fútbol). El otro sirve como definición: lo llamaron O Rei antes que a Pelé.
Lo escribió el estupendo Eduardo Galeano: "Este mulato de ojos verdes fundó el modo brasileño de jugar. Rompió con los preceptos ingleses: él, o el diablo que se metía en la planta de su pie. Friedenreich llevó al solemne estadio de los blancos la irreverencia de los chavales color café que se divertían disputando una bola de trapos en los suburbios. Así nació un estilo, abierto a la fantasía, que prefiere el placer al resultado. De Friedenreich en adelante, el fútbol brasileño que es brasileño de verdad no tiene ángulos rectos, al igual que las montañas de Río de Janeiro y los edificios de Oscar Niemeyer".
Armando Nogueira, periodista y escritor brasileño, señaló sobre él: "Jugaba al fútbol con el corazón en el pecho del pie. Fue él el que le enseñó el camino de gol a la bola brasileña". José Moraes dos Santos Neto, en su libro "Visão do jogo - Primórdios do futebol no Brasil", califica a sus gambetas como mágicas; y sostiene que era bravo, valiente , capaz de seguir jugando hasta con dos dientes partidos por la violencia de los que no lo podían parar.
Cuentan que nunca falló un penal. En sus 26 años de carrera jugó para SC Germania, Ypiranga, Mackenzie College, Paulistano, San Pablo, Atlético Mineiro y Flamengo, donde se retiró a los 43 años. Se sabe que fue trece veces el máximo goleador paulista (cuatro de ellas, compartidas) y que ganó once títulos. También se puso, claro, la camiseta verdeamarela: consiguió los primeros dos Sudamericanos de la historia de su país. Pero no pudo jugar en el Mundial de Uruguay 1930, por una fractura de tibia.
Según las estadísticas de su padre y de los periodistas Mario de Viana, Segundo De Vaney y Alexandre da Costa, hizo 1.329 goles en 1.239 partidos. Con esas cifras le gana a Pelé, quien más tarde convirtió 1.284 tantos en 1.363 encuentros. Esas cifras de Friedenreich, sin embargo, no son reconocidas por la FIFA por falta de registros oficiales. De todos modos, en los estudios realizados por la IFFHS en 2006, se le reconocen 354 goles en 323 partidos de Primera División. Así, consiguió lo que casi nadie en la historia del fútbol de Sudamérica: sólo Friedenreich, el argentino Bernabé Ferreyra (en Tigre y en River) y el peruano Valeriano López (se destacó en Perú y en Colombia y en Argentina jugó para Huracán) tienen más de un gol de promedio por partido.
También se construyó una leyenda a su alrededor: como en los primeros años del siglo pasado el fútbol en Brasil era territorio exclusivo de ricos, blancos y distinguidos, Friedenreich -mulato, hijo de un comerciante alemán y de una lavandera negra- utilizaba polvo de arroz para esconder su origen y parecer bronceado. Fue, así, el primer crack negro de la historia de su país.
Sobre sus días tras el retiro, retrata Antonio Falcao: "Fuera de los campos, Fried quiso ser árbitro y técnico, pero sin éxito. En 1938, la Companhia Antarctica Paulista lo nombró inspector de ventas, hasta sus 71 años, y en esa función recorrió el país. Antes de morir en San Pablo, el 6 de septiembre de 1969, dijo que Domingos da Guia fue su crack predilecto. Y en el equipo ideal de Brasil alineaba a Djalma Santos, Nilton Santos y Tim. Pero olvidó incluirse". Tenía arterioesclerosis. Ya no recordaba que había sido el Primer Rey del fútbol de Brasil.
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