“Ganar un partido es más importante para la gente que capturar una ciudad del Este”. Quien escribió esto fue Joseph Goebbels, ministro de la propaganda nazi. Era conocido por todos que Hitler odiaba el fútbol , sin embargo su poderosa capacidad de atracción de las masas no pasaron desapercibidas para su maquiavélico ministro. En 1938 meses antes del Mundial de Francia la Alemania Nazi había conseguido anexionarse Austria. En aquellos años la selección austriaca era posiblemente el mejor equipo del continente. El Wunderteam ( equipo maravilla) había finalizado en cuarta posición el campeonato de 1934 siendo frenada tan sólo por la estrategia de Pozzo y la influencia de Mussolini. Aquel combinado contaba con leyendas como Platzer, Schall o Vierti, pero por encima de todos Mathias Sindelar. Un delantero centro genial.
Cuenta la leyenda que Sindelar fue un precursor de los futbolistas disolutos. Enamorado empedernido de prostitutas, juergas y borracheras, en el campo Sindelaar danzaba con el balón al mismo ritmo que dilapidaba sus ingresos en las ruletas de los casinos. Fino y escurridizo, cimbreándose con maestría ante las defensas rivales. Su juego sutil y letal le valió sobrenombres como “El Mozart del fútbol” o “ El futbolista de papel”. De orígen judío destacó durante su carrera en el Austria de Viena donde marcaría más de 600 goles.
Al Mundial de 1938, Austria acudía como la principal favorita. Tanto ella como Alemania se habían clasificado para la fase final en Francia. Sin embargo un Wunderteam campón representando a una Austria independiente no entraba en los planes de Hitler. La quimera del “Anchluss“. exigía a los austriacos un tributo más, esta vez en forma de sus mejores jugadores. Hasta cinco miembros de la selección austraica fueron reclutados por la Alemania nazi, otros huyeron del país. Sin embargo la gran estrella, el indomable Mathias Sindelar permaneció fiel a Austria y se negó a jugar con Alemania. El destino de la Wunderteam estaba sellado bajo el saludo del nazismo. Sin embargo el epílogo debía ser contra la propia Alemania en un partido amistoso amañado de antemano y destinado a demostrar la superioridad germana.
Aquel 3 de Abril comandando a una selección austriaca rebautizada como “La marca oriental” acudió un Mathias Sindelar de treintaicinco años, con las facultades físicas mermadas. El futbolista de papel llevaba la firme determinación de que sus delgadas piernas escribiesen un último homenaje al honor y la valentía . Las presiones de los dirigentes de la Gestapo hicieron su efecto durante el primer tiempo. Los cronistas de la época cuentan que la superioridad austriaca fue aplastante, Mathias erró goles a propósito que en otras circunstancias habría anotado con facilidad. Dicen que Sindelar movía la cabeza a modo de desaprobación en cada ocasión desperdiciada. Así llegó el descanso con cero a cero. Tras la renaudación el panorama cambió y Sindelar acabó con aquel esperpento destapando el tarro de las esencias. Caños, sombreros, regates imposibles, burlándose como quiso de la defensa alemana anotó un gol de vaselina y se marcó una danza plena de rabia bajo un palco presidido por los dirigentes del Reich.
La selección austriaca no pudo participar en aquel mundial de 1938, algunos de sus jugadores concurrieron con Alemania, la cual realizó un papel desastroso. La persecución de judíos daba comienzo en Austria y afectaba a su fútbol. Fue vetada la entrada de esta raza a los estadios como simples aficionados. Los bienes del club vienés Hakoah fueron incautados, todos los columnistas judíos de los periódicos expulsados. Dirigentes y jugadores se exiliaron, muchos se unieron al Maccabi de Tel Aviv para jugar de manera informal. 65,000 judíos asesinados y 130,000 exiliados en Austria. Entre ellos Mathias Sindelar.
El 29 de Enero de 1939 se encontró el cuerpo sin vida sin Sindelar junto al de su amante la cantante italiana Camilla Castagnola. Según los forenses la pareja se suicidó con dióxido de carbono. La realidad es que Sindelar tras aquel fatídico partido fue perseguido y acosado por el partido nazi que convirtió su vida en un infierno. No le perdonaron aquella ofensa, sus antecedentes judíos ni sus continuos alegatos a favor de la independencia de Austria. El informe policial desapareció y todos dieron por bueno la versión del suicidio, aunque todo apunta a un doble asesinato organizado por la Gestapo. Citando otra frase del propio Goebbels tan célebre como la que abría el artículo “Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”.
Hoy en el cementerio Central de Viena, no demasiado lejos de las tumbas de Strauss, Beethoven o Schubert, se sitúa el descuidado sector judío devorado por la hierba. Si buscas puedes encontrar una lápida con una lacónica inscripción; “Matthias Sindelar, 1903-1939”. Ahí yace el futbolista de papel, tras una vida destrozando defensas, intentó un último regate a la barbarie fracasando en el intento. O tal vez no.
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